LA MANO QUE APRIETA

viernes, 27 de marzo de 2009

testimonio del paseo

El trámite era un viaje en colectivo. Un viaje que se repetía como cualquier monotonía en colectivo. Pero los puntos de partida y de llegada eran inciertos, por no decir variables. Cuestión que en medio del viaje hubo un hotel, y la pieza o "estadía" que ocupé en ese hotel, era un ámbito con mesas, sillas y gran vidriera a la calle cubierta con pintura amarillenta (desde la calle no se veía lo que pasaba en el interior).
Era de noche y garuaba.
Coloqué mis bártulos que eran varios y sin tiempo a relajarme, entraron ocupantes nuevos: un par de hombres y un par de mujeres con aspecto de estudiantes que se posesionaron de casi todas las mesas y sillas.
Me sentí incomódo, por consiguiente el colectivo estaría llegando... Me despedí del grupo y corrí hacia la parada...
El colectivo se estaba yendo, inalcanzable, y recordé que había dejado todas mis cosas en el hotel de pasajeros.
Volví, golpeé los vidrios y los ocupantes (los mismos), me abrieron. Me expliqué, busqué y no encontré nada. Los otros respiraban asombro e inocencia, además en toda la habitación no había nada, salvo ellos y las sillas y mesas.
"Es que una bolsa tenía mi testimonio de vida..." expresé buscando lo que no encontraba.

Seguramente los estudiantes no me robaron nada, y el hotel cuestionado tenía algún dispositivo de esos que cuando un pasajero deja la habitación, icinera los olvidos.

Me traumé y despabilé recién en la terminal del colectivo: una terraza colmada de pasillos y anfiteatros, cerca de las nubes.
Había parado de llover y estaba nublado.
La terraza estaba absolutamente vacía: paredes y caños de respiración. Solamente quedaban ramas secas de una enredadera muerta, adheridas a algo.
Desenrosqué una destas ramas y la extraña madera se desenvolvió como un resorte y se extendió a lo largo de uno de esos pasillos sin fin, enganchándose al borde de la pared.
"¡Que larga es la rama esta!" dijo alguien a mis espaldas.
Me di vuelta y vi a mi vecino, tenía una gorra en la cabeza.
Quedé alelado...
"¡Cómo te parecés a mi padre!"
"Soy tu padre". Contestó el vecino y se encogió de hombros.

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