LA MANO QUE APRIETA

jueves, 29 de enero de 2009

ropa sucia

Vino el señor que arregla lavarropas. El de aquí está al lado de la terraza y una escalera empinada lleva a él.
El señor de los lavarropas subió esas escaleras que estaban pintadas de verdinegro, pero no bien alcanzó la cumbre, cayó dando tumbos y alaridos, muchas palabras soeces, hasta estrellarse contra la puerta del baño de abajo. La de la terraza estaba abierta y entre las puertas que marcaban el inicio y el final de la escalera, ululaba una feroz correntada de viento. Valientemente el técnico (un masculino gordito, canoso y cansino) volvió a enfrentar el ascenso. Llegó al lavarropas made in China que lo esperaba imperturbable, y nuevamente el traspíes y el violento rodaje hasta la puerta baja contra la cual, el estrellarse, parecía empezar a ser una rutina. Los ruidos de esta segunda caída fueron más que escandalosos y los improperios a las deidades pertinentes, abrumadores. Dolorido y sospechando la rotura de algún hueso, el ententido en maquinaria electrodoméstica amagó reencontrase con el destino que lo esperaba en lo alto. Lo detuve: "Complicadas estas maquinitas de mierda, ¿no?". "Y... -sacudió la melena sapientemente- Esto no es fácil. Ahora todo lo arreglan con circuitos integrados...". Rengueando y como pudo, el personaje subió obsecado al lavadero que aguardaba con la sobriedad de un patíbulo... Esta vez fuí tras él y tomé la precaución de apuntalar al hombre una vez enfrentadado a la máquina cuadrada, con dos palos gruesos contra sus costillas que funcionaron como muletas que trabaron su cuerpo cada vez que podía volver a caer.
"Bueno, lo dejo trabajar tranquilo"
"Vaya nomás".
A las dos horas el hombre había terminado con su trabajo, me explicó que la máquina era irrecuperable y me planteó los beneficios salutíferos de usar una tabla de madera para lavar la ropa.
Me cobró 120 pesos por su desempeño y se fue.
Al irse tenía el mismo aspecto cansino que cuando llegó, aunque -quejoso- parecía haber envejecido 20 años.

comentarios:

A 60 la caída. No fue un buen negocio para el humano. Dos horas para su recuperación, me parece poco. Recuerdo tu tabla de lavar Gardel.



hugo