LA MANO QUE APRIETA

domingo, 18 de enero de 2009

acerca de los poetas y sus ejercicios

Mi experiencia poética tiene que ver con mi androginia adolescente, donde llenaba papeles con letras y el pintor Roberto Duarte con borrachera altanera me saludaba: "¿Qué hacés? ¡Pendejo!", "¿Qué hacés?" ¡Poeta!". Cuando el Chileno me conoció y yo me ponía rimel en las pestañas y mertiolate en los labios, me dijo en un bar: "Dale. Escribí algo..." Yo escribí algo y cuando él lo leyó, no pudo creer el nivel de mi pelotudez expresiva.
Después pasó de todo y cuando en 1976 estaba en Bogotá juntando energía para volver a Buenos Aires, conocí a un poeta colombiano físicamente feísimo que me llamó la atención por el odio que cargaba hacia sus semejantes. Decía "Mi poesía va a gritar fuerte en el mundo" y quería todo para él. Decía que las putas se peleaban para chuparle la pija. A mi me hizo brujería para que el mal cayera sobre mí porque yo era más lindo que él. El guardaespaldas callejero que me acompañaba en aquellos momentos, Gute, quería matarlo...
Después, ya en Buenos Aires y en los medianos ochenta, cuando le vendía cosas de Borges a Antonio Carrizo, éste me invitaba cada tanto a sus programas de televisión. Así un día me dijo: "Dale, vení, acompañame que tengo que entrevistar a un grupo de jóvenes poetas premiados". Fuimos al estudio de la Universidad de Belgrano y me senté con el grupo. No bien Carrizo me habló, le contesté con un ofrecimiento: "Te leo un cacho de automático..." Los poetas se pusieron como cables de alta tensión a punto de explotar. Viendo el clima me disculpé: "No, Antonio, no leo nada". "Lee Yoel, lee. Pero después que cada uno lea un poema suyo...". Lo que leí trataba de la casualidad de los nombres de la calles de Buenos Aires y no recuerdo qué. Me recibió un silencio sepulcral. Una de las poetisas me miró con un odio solamente similar al que irradiaba el poeta colombiano en sus mejores momentos. A continuación cada joven poeta leyó algo de lo suyo. Insoportable y real (yo cuestionándome para qué carajo me había prendido allí). Luego Carrizo dijo a los poetas: "¿El poeta preferido de cada uno?". Uno de los chicos dijo ¡Spinetta!", otro "Neruda" y así... La odiosa: "George Trakl". "¡Trakl! -clamó Carrizo- ¡Genial! Lo leés en alemán, por supuesto". La odiosa se endureció como recién empalada: "¡Si, en alemán!".
Al termino le comenté a Carrizo, disculpándome "Que mierda el programa ¿no?". Y él desde su empirismo mediático: "Son poetas...".

La poesía es indescriptible.

comentarios:

los poetas de verdad algo tenemos, no me cabe duda

mi saludo