LA MANO QUE APRIETA

miércoles, 24 de diciembre de 2008

A Breccia no le gustaba seguir vivo entre amigos muertos

Me decía recién mi hermano con el que siempre nos peleamos toda la vida por ser paridos por los mismos padres: "Los velatorios matan. Estoy tomando un antidepresivo. Entonces me vienen las mismas culpas, pero no me da paro cardíaco". Lo que dijo se entendía como que el paro cardíaco era un torniquete lento pero seguro y que la muerte la ganamos matando a los más cercanos, y los velamos.
Yo asentí.
Breccia, cuando se sometió a la intervención quirúrgica que lo mató, él esperaba curarse, aliviarse y me aclaró: "Esta operación es para quedar como estaba, no para quedar bien. Para quedar bien se trata de una operación mucho más intensa y para alguien que quiera disponer de un promedio de vida de digamos, quince años". "Bueno, don Alberto -consideré- ¿Por qué no intentarlo, por qué restringirse?". "¡No Yoel! -remató mi amigo- ¿Sabés que pasa? Son tantos los amigos que han muerto y me han dejado, que estoy aburrido... ¿Entendés?"
Yo asentí.

0 comentarios: