LA MANO QUE APRIETA

jueves, 9 de octubre de 2008

premios

Ramiro, se extrañaba de que siempre que se presentaba a algún concurso literario, o de artes plásticas, era rechazado o ignorado. Ninguna institución avalaba su genio creativo ni se hacía cargo de sus vientos a sifón rentado. Por supuesto se trataba de un destino irreversible comandado desde lo más recóndito del corazón de Ramiro. Además, Ramiro, sabía (era conciente) que los premios no había que recibirlos sino darlos, como a finales de los setenta, había descubierto Mandrake en Buenos Aires. Mandrake creó una editorial y en su nombre armó un concurso literario, ofreciendo al ganador la edición de su novela. Ganó una obra titulada "La gran espera" donde un hombre de bigotes, en la penumbra y entre sucesos varios, esperaba algo importante. El ganador esperó años a que Mandrake se decidiera a concretar el premio prometido. Al fin, cansado y temiendo la muerte inexorable, el autor publicó por su cuenta "La gran espera", obteniendo una cantidad de papel impreso con destino al reciclaje celulósico (mismo fin que hubiera logrado si Mandrake lo hubiera publicado en nombre de la famosa editorial). Hay otros premios -festejos florales- como el Nobel o el Cervantes, más estructurados que el "Mandrake", pero que (comprendidos dentro de las recientes humanidades) fundamentalmente burocratizan, institucionalizan. Tal la tumultuosa oferta.
La enseñanza que dan los premios entonces, sería publicar "La gran espera" de cada uno, como homenaje fúnebre, como vanidad humana.
Lógicamente, el no publicar, no exponer, no contagiar, es la clave de la realización real. Aunque el canibalismo y la onomatopeya sean los paliativos de la melancolía.
Esto, Ramiro, no parece entenderlo. Persiste, insiste... Entonces en sus sueños, aparecen espontáneos personajes subliminales que disparan balazos al centro de su estómago y lo despiertan.

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