LA MANO QUE APRIETA

lunes, 15 de septiembre de 2008

tarot

En principio, manifiesto la extrañeza ante la permisión identificatoria. Extrañadura que me compulsa a aprender a tocar piano.
Vengo a mi, a reconocer el vaticinio de mi astrólogo preferido (fallecido hace años por escesos tabacales), cuando en una drástica lectura de una tirada de tarot a principios de los ochenta, me dijo: "Su prestigio es la gratuidad de su existencia. Usted le huye a la escalada social".
En aquel momento, aquella identificación me sorprendió pero no me pareció dudosa como el resto de la lectura. "Dudosa" desde un punto de vista quirúrgico, pues sobre mi descreimiento existencial destas prácticas místicas, conozco como va a ser mi muerte gracias a aquella lectura de cartas.
Dejando de lado los pormenores que hicieron que el astrólogo y yo fraternizáramos durante un tiempo realativamente largo, su profecía fue una coincidencia con la realidad (confrontación del "valle de lágrimas", o "campo de experimentación").
He ahí que asumiendo con orgullo que siempre fuí un pésimo comerciante, sé que el mejor negocio es perder. No siempre. Desde un punto de vista contable, quedaría un margen ganancial: la contemplación y su permisión.

comentarios:

Basta con mirarte para saber éso. Respecto a la forma de morir...pamplinas