LA MANO QUE APRIETA

domingo, 21 de septiembre de 2008

hugo del carril

La sensibilidad me parte la próstata, los riñones, los testículos.
Paté foi vivo, spirit y gusano, morcillón del ayer aplastado por imberbes camionzuelos.
Escucho a Hugo del Carril cantando "Pampa mia" y me pongo a llorar.
Mi madre me diera un consejo, tal vez el único referente a las artes escénicas que ella pronunció. En una carta cuando yo me encontraba en Méjico en medio de la década del viaje teatral, díjome: "¿Por qué no lo visitas a Hugo del Carril que se encuentra en estos momentos en Méjico, y le cuentas de tí? A mi, Hugo del Carril siempre me pareció un hombre de bien".
No seguí el consejo de mi madre y no busqué a Hugo del Carril en Méjico.
Luego, después que todos hemos muerto, por la cuarenta en la nueve dos siete, pasan "Adíos Pampa mía" cantado por Hugo del Carril.

5 comentarios:

Hermoso y terrible Yoel. Recuerdo perfectamente a tu madre. Era una buena mujer y te adoraba. De seguro que tenía razón. La recuerdo desde el segundo piso diciéndome: "Salió Yoel, lo puede esperar en el barcito de enfrente que ya viene".

Es más. Yo seré mucha joda, pero soy la peor magnolia llorona de cualquier romanzo. Soy muy propenso a llorar sin llorar y aceptar los compases cardíacos. Calle decía que había leído libros que no habían sido publicados, que no hacía falta publicarlos. Sin embargo la puta gramática sigue su curso. El pasado reaparece y aunque el gesto sea hosco, el fantasma que vuelve (su cuerpo y fluidos) es exquisito. Maná del cielo.
El fantasma nuevo me saca de la nostalgia, de la irrealidad de las cosas que no fueron, y me convierte en caracol caracolero en medio del río, como si el bar de enfrente fuera el mismo, cuando hoy no es más que esquina en alquiler. Entonces prevalecen los ojos verdes del fantasma y su risa.

los ojos de los fantasmas son inciertos. Les pongo color según los colores del vidrio de la botella casual, membreta o no. Ese color tiene que ver con su fama, que es muy incierta, muy al revés de la creencia usual.
La muerte es la cirugía de la nostalgia. Catarata de creencias, tan fuerte y sin tiempo de suceder. Cuestiones en las que Horacio Quiroga insistía hasta la corporización y el pecado de creer.
El otro día un "oso" norteamericano(gay corpulento) pasó por la librería y me compró una primera edición de Valle inclán en doscientos dólares, no porque fuera un objeto valioso bibliofílicamente. Lo compró porque la tapa del libro mostraba a una adolescente llorando por amor perdido, y con la voz de un Hércules, me dijo:"Compró este libro por que Yo Soy Ella -señaló la ilustración-. No se quien es el señor Valle Inclán"

El recuerdo fija en la memoria compatimentos estancos dificiles de remover. Por más que tú me digas que nada de aquello existe es imposible que yo te crea. Imposible. Sigo viendo a tu madre desde el segundo piso diciéndome lo que me decía. Cada día más joven. Más que yo ahora. Y en el viejo bar de enfrente, sigo tomándome la Quilmes con un sánguche de jamón y queso mientras te espero. Y de ninguna manera es literatura. Hasta que muera eso seguirá así. Y será intransferible. Será por eso que mucha gente muere con esa particular sonrisa de idiota que nadie entiende.

la creencia, mas bien la fe...
Sin embargo, somos tan demasiado humanos...
Claro, que hay cervezas y sanguches inolvidables.
Construcción de la vida. La buena memoria no tergiversa, construye y desopila.