LA MANO QUE APRIETA

sábado, 27 de septiembre de 2008

libertad y otras intoxicaciones

La conjura es un revoltijo de recuerdos y olvidos.
¿Que hubiera pasado, si Trejo en vez de interrumpir las funciones de Libertad en aquel 1967, las hubiese dejado continuar y evolucionar? ¿Él se habría convertido en algo parecido a un conductor como Araiz, que también anduvo por el Di Tella? ¿El elenco de Libertad, hubiéramos obtenido el nivel de popularidad de Les Luthiers, que también empezaron en el Di Tella como "El Musichisti"? Pienso que los resultados hubiesen sido absolutamente distintos a los ejemplos que cito -los cito por coetaneidad-, por la curiosidad de no saber que hubiera pasado si no hubiéramos destruido el diamante que habíamos descubierto.
La interna del grupo, para mi en lo personal fue algo ajeno. Se que todos los que participábamos dábamos la vida por el espectáculo. Hubo una interna. De León llamó a Trejo "saboteador". Trejo decía que De León la exageraba con la puñeta. Yo no entendía. Trejo veía las funciones bajo los efectos del ácido lisérgico y quería traer tigres de bengala para que olieran a los actores ante el público, además se volvió cholulo de si mismo. El agasajo de la prensa lo fascinó y desvalorizó al elenco. El elenco y el director discutieron y Libertad se acabó.
Pasaron cuatro décadas y todos hicimos nuestras vidas. Algunos seguimos cometiendo errores, otros no y algunos, nostálgicamente, retornaron a sus vidas antiguas o murieron.
Trejo reaparece casi del más allá, blanco y ceniciento, casi ciego con una Marianela que lo conduce por los espacios, y convoca al carozo de aquel error. Tal vez la propuesta sea retomar desde donde dejamos las cosas del 67, pero Trejo no lo aclara. Valora la nostalgia e incide militarmente sobre ella. Es el mismo de antes.
Retornamos a nuestras posiciones, entonces Mario me reta: "Bajá el volumen de voz. Hablás muy alto". "No te repitas con tus recuerdos. Obvialos. Anotalos con fecha y después me los lees y te los corrijo para que los publiques, pero ¡Basta de regarlos por ahí!"
La severidad es la misma que la del 67. Igual que entonces, hoy todo sucede abruptamente y Mario sabe que no debemos equivocarnos. Si uno se equivoca ante el otro, el otro se ve obligado a cumplir el papel de verdugo y fusilar al transgresor. Como en Libertad, los roles rajantes rotan, y Mario me sigue dirigiendo.

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