LA MANO QUE APRIETA

domingo, 24 de agosto de 2008

las morcillas mágicas

Los convocados: Mario, su mujer, el cabalista Alfredo y yo, ya habíamos construido los cimientos de la conjura. Los orígenes y sus proyecciones ya estaban, no solo encriptados y asumidos, eran tangibles... Entonces Mario clamó: "Comamos y bebamos vino... ¡Por favor!"
Luego de un inmediato análisis del rito gastronómico, decidimos pedir a domicilio dos milanesas grandes con puré que podían ser divididas en dos partes cada una, vino había en casa y aceitunas y queso. "¡Pidamos algo más". "¿Qué?" "¿Chorizo?" "¿Morcilla?"... "¡Morcilla!", sentenció Trejo y aclaró "Pero, esa morcilla la quiero comer yo solo. No quiero compartirla". "En ese caso -asumí- yo también quiero otra morcilla para mi solo".
Así se hizo y las morcillas estuvieron deliciosas, y el vino: un elixir.

2 comentarios:

Yoel Novoa está superando el abuso de carne roja y grasa animal. Está bien aconsejado. Lo aconsejan desde toda su historia miles de recuerdos de arterioescróticos y gotosos. Trejo es libre ante su final. Puede hacer lo que quiera y dejarle el testamento a Yoel, como Macedonio hizo con Borges. Si viviera Victoria Ocampo, seguro que Yoel tendría representatividad en la gran revista de cultura SUR, pero no es una buena época en Buenos Aires. Hay demasiada distracción. Los jóvenes que leen mucho , los muy menos, son los que nos regirán dentro de veinte años. ¡Salud por esa ínfima minoría de clase media!

Una cosa es cierta, comer al lado de Yoel siempre es algo exquisito. Verlo comer a Yoel es todo un espectáculo. La morcilla, o moronga o prieta, siempre es la mejor del mundo, aunque su procedencia sea dudosa. Yoel come con todo el cuerpo. Con fruición y galantería.


hugo