LA MANO QUE APRIETA

lunes, 14 de julio de 2008

mujercita automática

Ella era la mujer de cualquiera. Chica fácil, era un misterio ontológico: su edad se perdía en la cumbre de los tiempos pero su aspecto era el de una putita automática instantánea. Me dijo, "ven a casa si quieres". Y a su casa me llevó mi socio comercial. Y mi socio se condujo en el habitat desta "Eva Futura", como dueño de casa, tenía llaves para todo, y una vez que apareció la fantasmagórica niña, mi socio saludó y me dejó a solas con ella. Se trataba de una mansión instalada en la ciudad hidroespacial de Kosice y el lugar en sí era un jardín sin límites. Ella parecía una vedette de espectáculo de revistas. Moviéndose cadenciosamente se recostó en una reposera y me esperó. Entonces fuí a ella y la lamí. Tenía gusto a carne humana y yo estaba asumiendo ese caudal de vericuetos, cuando ella saltó y sosteniendo sus tetas como dos tesoros valiosos, salió corriendo hacia lo que debería ser su dormitorio (arquitectura íntima). Quise ir tras ella, pero yo estaba desnudo y desde los balcones de las mansiones vecinas, una multitud de vecinos se asomaba a presenciar las sexualidades del jardín estirando los pescuezos, filmando y fotografiando. Tratando de esconderme de los curiosos resbalé en una catarata artificial (pudorosamente había vuelto a vestirme) y caí en un andén de ferrocarril. Hasta ahí, esperé ver a la vedette aunque fuera por arte de magia, pero no apareció. El que se presentó fue mi socio que instándome a entrar a un vagón, me preguntó picarescamente: "Y... ¿Qué tal?". "Fabuloso", le contesté, sin saber el destino del tren al que nos habíamos subido y que acababa de arrancar.

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