LA MANO QUE APRIETA

sábado, 2 de febrero de 2008

Al son de los tambores

Listo las lentillas de una dioptría y media, la manguera para enemas (e incendios) conectada desde la planta baja. Pareciera entonces inusitado que la vejez esté en plena efervescencia.
¿Quién espantó a la perdiz?
¡Qué extraño! ¡Recién estaba amaneciendo y ya es de noche!
Así, enajenando las muertes de los demás, uno es el que está muerto y sepultado hace añares, y sigue rompiendo las pelotas.

comentarios:

Decía el poeta chileno Eduardo Anguita: "Cuanto nos es dado es obra de muertos;
nos dejaron maravillas y desdichas;
cómo pedirles cuenta, todo trayecto es corto.
Muertos poderosos que nos legaron herencias
imposibles de revivir, imposibles de evitar.
¡A muertos, a muertos se debe este mundo!".

Los viejos saben que los niños son cadáveres exquisitos