LA MANO QUE APRIETA

jueves, 8 de noviembre de 2007

nube de pedos

Las editoriales comerciales editan lo que van a vender y lo que se va a vender, se aprende en cursos de diseño cultural. El parasitismo social debe de trascender hacia atrás la época contemporanea, pero antes no había tanto taller literario o plástico como ahora. En los puestos de libros usados del parque Rivadavia de Buenos Aires, se exponen libros nuevos que se ofrecen en las góndolas de los supermercados, un poco más baratos que en los supermercados. Los títulos y autores ofrecidos pertenecen a la gran nube de pedos de la boludez humana, en su mayoría, mirarlos quita las ganas de vivir. Sin embargo, el público que se acerca a estos escaparates, compra esos objetos encelofanados. Entonces los vendedores del Rivadavia, casi como los empleados de los supermercados, aunque con cierta mayor plusvalía individual sobre el material transado, cobran y se rascan los huevos empalagados por el pedo que les da para vivir.
Esto no es simplemente criticable. La boludez humana es fácilmente irascible y se ampara en agencias de inteligencia pre pagas, muy bien estructuradas.
Para hacer arte, conviene desaparecer como artista. Clandestinidad y artificio de utilizar una ametralladora granizada, de esas de los años treinta que tenían un disco lleno de balas inacabables. Viejo sueño tecnológico de desde una pantalla de plata, acribillar a la platea íntegra para decir después: "Hemos cometido un error".
Según Cocteau, el arte consiste en el ejercicio del error, y Cocteau siempre me cayó bien.

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