LA MANO QUE APRIETA

miércoles, 7 de noviembre de 2007

la goleta

Empecé a buscar en el armario de la planta baja, a Calle. No lo encontré a él porque hice las cosas al revés, o sea: ordenadamente; y clasifiqué lo que sí encontré: recortes periodísticos, programas y afiches del teatro de durante el viaje por América, copias de "El Viñao" más fotos de Galicia y de mis padres, copias de "La mano que aprieta" y otros escritos relativamente recientes. Liquidé un estante entero y el techo del armario.
Estuve allí unas tres horas y paré para luego seguir. Paré por que pese a que abajo respiro el agradable olor de los libros acumulados, más el de los dos gatos que me obligan a resguardar lo que encuentro de sus uñas, de pronto surge el olor de vientos viejos, como ser las fotos de la terraza adonde nací, y en esas cosas no puedo ser efectivo y rendidor, todo lo contrario.
Calle está en la pila de los escritos más viejos, los que me atormenta revisar, los que había descartado releer en vida: mucha escritura automática y otras experiencias juveniles, pero allí en esos verdaderos montones de papel, está Calle.
Lo único que encontré fue la goleta, la "Goldfield" que el pronunciara.
Encontré la maqueta de aquella goleta, encontré la maqueta de una embarcación a vela cualquiera. Convertirla en la goleta de Calle es cuestión mía.

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