LA MANO QUE APRIETA

sábado, 24 de noviembre de 2007

¡Hijo de puta!

"Las cosas cambian a una velocidad increible". Todo fue muy rápido, las mutaciones se sucedieron incluyendo la muerte en la mayoría de los casos. Por lo tanto cada expresión o locución nueva, se afianza en algo eterno, en la seguridad que comprende tanto la espectación como la rebelión. La conservación de estos estímulos, su almacenamiento, produce un resultado adverso al buscado. Sucede la religión relectura, la autocrítica que conduce a los infernales paraísos de la confusión, de la enajenación. Carpetas, blogs, correos de aquel que devora los listados de las guías telefónicas deste mundo y que ha dejado de leer textos, sobretodo los de las últimas generaciones, siquiera o apenas titulares de periódicos y en cuanto a las guías llenas de fabulosos números telefónicos, solamente junta los CDs o los voluminosos biblioratos que los contienen pero no practica la liturgia que p'lantean esos monumentos virtuales o físicos. No los lee creyendo que es suficiente con tenerlos guardados para cuando los necesite y esa necesidad es un nirvana entre otros nirvanas.
Concretamente, los minutos transcurrieron, se pudo haber dicho más de lo que se dijo, sobretodo se pudieron decir revelaciones útiles para cambiar la continuidad de las situaciones. Dilema de llevar la puta al ropero o dejarla en el atril, pero lo inconmensurable chisporrotea cuando: "¡¿QUÉ PUTA?! ¡¿QUÉ ESTÁS DICIENDO?!"