LA MANO QUE APRIETA

martes, 24 de febrero de 2015

arte de no entender

En cierta forma Santiago y yo siempre estuvimos en lo mismo. En el carozo fuimos iguales.
Es memorable una discusión, recriminándole los malos negocios que él estaba haciendo en el puesto del parque Rivadavia. No había caso de que entendiera mis razones. Llegamos a los insultos y a la vociferación y le grité en la cara: "¡Entendé, Santiago!" Y él, rugiendo como una hiena, contestó: ¡No quiero entender!". Automáticamente me calmé, él también. Compartimos una cerveza y dejamos de hablar boludeces.
No entender es una disciplina que permite entender.

Enrique Serrano en Don Fulgencio.

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