LA MANO QUE APRIETA

miércoles, 8 de enero de 2014

Stalin oratio

El cadáver de Stalin  debería aparecer por algún lado. Pero ¡minga! Se suponía que el transeunte había buscado un lugar escondido para morir, que no iba a hacer otra cosa. Stalin no era de esos que moría rodeado de seres queridos, intercambiando intenciones y confusiones.
Días y días sin verlo. "Este hijodeputa se fue a la mierda". Pero... ¿Dónde?
Y no hubo caso.
No se lo vió más, desapareció en el misterio.
Pasaron los años. Sus hijos crecieron y tuvieron familia.
Entonces, un buen día del siglo XXI, necesité trapos viejos para desparramar y absorver una pintura vitriolera. Lógicamente, no los había por ningún lado. Buscando buscando, reparé en el cajón que antiguamente se usara para guardar el pesebre grande que hacía tantos años no se armaba. Las imágenes de yeso pintado estaban acumuladas arriba de un ropero, pero los trapos que servían para protegerlas ¡Estabán en el cajón!. Despejé los objetos que lo cubrían y si bien estaban los trapos, encima de ellos: los restos de Stalin, momificados y hechos un guiñapo de huesos rompiendo pellejos. Todo muy reducido. "Mirá dónde te fuiste a esconder, viejo cabrón".
Cuánto tiempo y cuanta vida había transcurrido...
Levanté el ataúd así como estaba, lo arrastré a la calle y lo volqué en el container municipal de la esquina de casa.

El jorobadito. 1994.-

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