Mister Hyde
Mister Hyde para el Bajo se ha largado,
presuroso, cauteloso, el paso diestro,
con una cara arisca de siniestro
pedagogo pederasta de internado.
Mister Hyde va esgrimiendo su garrote,
y tropieza con la niña y la voltea,
pero sigue, trás que el cuerpo pisotea,
con su rabia, su cilindro y su capote.
Mister Hyde tiene un poco de renguera,
una boca que se crispa como un puño,
y muy lacios los mechones y la pera.
Mister Hyde acusa a veces un rasguño
justo a un ojo, o en las manos: su portera
le urde excusas aprendidas de un garduño.
Ferrari Amores
"La Vendedora de Monstruos"
Buenos Aires 1934.
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