LA MANO QUE APRIETA

viernes, 20 de junio de 2008

terraza sin electricidad

Ayer fue el aniversario número 65 del nacimiento de Yodofredo (hombre-yodo, parecido al hombre lobo, pero más corrosivo, incluso, que el licántropo primogénito, el hombre lindo).
Ayer Yodofredo volvió a su terraza natal por primera vez en su vida desde que la abandonó. Subió los siete pisos por el viejo ascensor Otis y entró a la vieja terraza. Era de noche y todo estaba como era desde hacía 50 años. Las puertas metálicas estaban semipodridas, aguantaban y no tenían llave. Se podía entrar y salir de ellas, pero adentro, la luz de la luna era escasa y por ningún lado aparecía el tío Antonio, ni el padre, ni la madre, ni el hermano mayor de Yodofredo.
Continuamente el sexagenario entró y salió de las habitaciones, desesperando hasta lo insoportable. No por no poder reencontrar a sus fantasmas... El no poder prender una luz eléctrica era mortal.
Pensó: "Jamás debí haber vuelto".
Entonces murió para renacer como gato negro volador. Uno de esos felinos salvajes que habitan las nubes entre terrazas.

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