LA MANO QUE APRIETA

martes, 6 de noviembre de 2007

7.30

Hace cosa de cuarenta años, cuando quería llevar al papel la cabalgata de sucesos mentales, al escribir, la proyección imaginada que pedía tornillos materiales, se esfumaba o convertía en otra cosa. Por lo tanto escribía sobre cuestiones no soñadas, siquiera vigiladas. La fonética, la onomatopeya fue el mecanismo de construcción del olvido aunque lo escribiera con sangre... Siempre con una parte mínima de la vida, pues tampoco me jugué a una expresión plástica cubriendo los soportes con litros de materia vital.
Hoy, el sueño y la realidad se empastan y el inconciente sirve de paracaídas. Son las 7.30 y Lola tiene que entrar en el colegio a las 8.

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