LA MANO QUE APRIETA

lunes, 15 de diciembre de 2014

pirucha

La estrella tiene la fugacidad de no saberse y aterriza viento y arena, un alma antiquisima brilla en sus ojos, en su metamorfosis y desconcierto. No llega a posarse en el suelo y la estación Constitución deja de existir. Con la plaza y aledaños, la estación se va a los cielos. El territorio sube y vuelve veloz, y sin estrellarse, se pierde por subsuelos misterisosos que alguna vez fueron baños y recintos de oración.
Solo queda una sensación de acaroina, ya no hay más ferrocarriles aunque sus destinos sigan esperando a la estrella que bajó en Constitución y no sabe qué hacer, pueblerina.

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