LA MANO QUE APRIETA

lunes, 22 de septiembre de 2014

tapa ilustrada a colores

Al abrir el libro me encontré con lo inesperado esperado. Pensé que se trataba de una edición reducida de Las mil y una noches, una edición Maucci de principios del siglo XX. Pero al abrirlo me encontré ante un camino de tierra y piedras, ancho, bordeado a ambos lados por montañas. Un camino que seguramente era el lecho de un río seco. Pensé "Debo haberme metido en un libro de viajes... -el río camino se perdía en un horizonte lejano-. Si avanzo firmemente, llegaré al final". Y me puse a hacerlo, caminando en principio  por el centro, pero a poco al ver que en el mismo sentido que yo había tomado, venían elefantes con hombres encaramados en ellos (caravanas que ocupaban la parte central del sendero), seguí mi andar por las orillas. Elegí la orilla derecha y empecé a encontrar zoológicos, universidades, museos, y gente. Gente con la que me mezclé sin alcanzar nunca una ciudad, pues el discurso, el sendero, el texto, continuaba y pese a que se trataba de un libro sin ilustraciones, las imágenes eran apabullantes, así como mi interacción con los personajes que me rodeaban. En su mayoría jóvenes de ambos sexos que eran estudiantes, médicos o científicos. En el interín yo iba sacando objetos de mi interior, objetos que eran partes de mi anatomía, vísceras estrafalarias y repetidas que motivaron que una profesional me preguntara: "¿Esta es la primera vez que va a quirófano?" "No -le contesté- Desde edad muy temprana anduve de quirófano en quirófano". Ella sonrío, yo sonreí, y seguí mi lectura.

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