LA MANO QUE APRIETA

domingo, 6 de julio de 2014

mi amistad con el chileno

Me admiraba que los demás mortales viviesen, puesto que él, a quien amé como si no hubiera de morir, estaba muerto. Y todavía me asombraba más que yo mismo, que era su otro yo, siguiera viviendo después de su muerte. El que ha dicho de su amigo "mitad de mi alma" sabía lo que decía; yo sentía que mi alma y la suya habían sido una sola en dos cuerpos. Por esto aborrecía la vida, porque no quería vivir como mitad.
           
                    San Agustín.

0 comentarios: