LA MANO QUE APRIETA

sábado, 1 de marzo de 2014

escarbadientes del verdugo



El verdugo hasta su último aliento, la pasó diciendo y escribiendo las boludeces más exprofesas que puedan calcularse.
Todo empezó cuando a los treinta años, durante un descanso laboral, en cama, dedicó un día y una noche a mirar boludeces por televisión.
Se embriagó de inconciente colectivo y luego, no pudo salir de eso. Atendía burocráticamente sus labores y al mínimo descanso (sacralidad de la acumulación de descansos) se dejaba mecer en una nubosidad húmedad o seca, siempre imbéciloide.
Hombre de buen status económico, pagó alquileres y subvencionó aromas. Cuando descubría una serie televisiva que duraba 60 horas, no podía creer esa eternidad de feliz boludismo por delante.
Su vejez, fue la degustación de un trago hacia la brillantez.


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