LA MANO QUE APRIETA

domingo, 3 de noviembre de 2013

No es demora ni zanahoria.

 La renuncia arranca del vamos pues a todas las intentonas les faltó el dar la vida por ellas y cuando se logró algo, más no sea un resplandor ilusorio, su luz se debió a que no importaba morir por la acción. Más aún: la muerte era la luz.
En mi caso todo quedo como fenómeno teatral que atrajo un público relativo que dió para comer y andar. Luego la duración fue una traición. Como hace poco Horacio Guaraní le dijo a un locutor de TV que comentó que estaría bueno vivir 15.000 años: "Para qué querés vivir 15.000 años, si tenés 40 y no servís para nada".

Portada de Santana Abraxas.

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