LA MANO QUE APRIETA

martes, 11 de junio de 2013

querido cabrón

Si Santiago, le voy a poner mucha sal a la carne. Muchísima. La voy a salar antes de ponerla al fuego. Quedate tranquilo que la voy hacer como te gusta.
No hay caso hermano, tenías que mandártela al revés. A Nicole -mientras engullias un bife de chorizo con vino- le habías dicho: "Yo quiero morir mirando cine". Conmigo filosofabas: "Si me llega agarrar algo jodido, lo único que le pido a Dios es que me dé fuerzas para llegar a las vías del tren". Y mirá vos, el viernes a las 9 de la noche, en la avenida San Martín, cuando lo único que querías era pegarla en la quiniela, un pendejo con el auto de su papá, te hizo mierda, te reventó la columna, las costillas, el cráneo... Y así y todo estuviste hasta el domingo a las cinco de la tarde, que te fuiste a reunir definitivamente con Charles Bronson, John Wayne, Jack Palance...
Cuando más tarde, Eduardo le dijo tu muerte a tu mujer, Sergia musitó: "¿No lo voy a ver más a Santi? ¿Nadie me va a llevar a pasear?"...
Querido cabrón, cuando la doctora del Tornú nos dió el informe de tu estado, lloré.

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