Después de toda una vida, o varias vidas, marcadas por el desconformismo y la desidia, la aceptación tiene cara de viento, de brisa atemporal. Sucede cuando por la mañanita linda, el ladrón y el robado se reconocen y preguntan emocionados por sus pasados, por lo que quedó y no supo el uno del otro. "Se lo ve muy bien" "Ahí ando. Con uno que otro tijeretazo". El saludo es breve y emotivo, consagrado con un apretón de manos. Lo que ambos no saben, es quien fue el ladrón y quién el robado.
Cuaderno 2 (fragmento).-
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