LA MANO QUE APRIETA

miércoles, 27 de febrero de 2013

el grito de Alcorta

Dentro del fortín la luz era tenue y al momento de cerrar los portones, éstos, que eran de fierro, se volvieron de tela. Tela gruesa, pero tela al fin (posiblemente alguien hiciera el cambio durante el crepúsculo). Alcorta, mascullando maldiciones intentó cerrar lo que pudiera cerrar, pero las vallas de protección se habían convertido en cortinas de lona. No pudo cerrar nada.
De la negrura exterior surgió un grupo de invasores que se avalanzaron sobre Alcorta indefenso. Quisieron apuñalarlo, estrangularlo, le arrojaron tortas y adoquines. Alcorta se defendió a puñetazos y empujones, y los invasores retrocedieron atemorizados, para enseguida volver al ataque y nuevamente fueron rechazados.
Vinieron más invasores, algunos con luces y Alcorta los hizo volar a puñetazos y patadas. Los invasores no morían y aunque asustados, volvían a su énfasis. Alcorta que rugía, terminó desgranando un grito horrible y luminoso que amedrentaba a los invasores, que no soportaban el infernal chillido. Pero cada vez eran más e insistían.
Esta situación -gritada- no acababa nunca.

Manual práctico del comerciante.

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