LA MANO QUE APRIETA

lunes, 24 de diciembre de 2012

dios y el doctor Gregorio

Hoy a las tres de la mañana, llamó el doctor Fernando para decirme que no iba a pasar la nochebuena con su madre. Que ella se iba a ir con el padrastro y que él iba a soportar la nochebuena, solo. Lo felicité. Él agradeció y con voz pastosa, dijo que aún le faltaba un litro de cerveza para terminar la noche. Otra felicitación. "¿Cuánto estás bajando por día... ¿ocho-nueve litros?" "Más o menos". "Admirable. Seguramente debés andar hinchado como un balloon., con la pelada llegándote al culo". "Nada de eso. Tengo aspecto elegante y el azul de mis ojos llama poderosamente la atención de las mujeres. Soy muy admirado por mi belleza". "Lo que  decís me hace recordar una vez en mi ventiañería, que alcoholizado quedé tirado por una calle del bajo, cuando me despabilé me palpé la cara y note que en la cabeza me habían crecido rulitos. Me había dormido sobre mi vomito y mi aspecto era como si un auto me hubiera pisado la cabeza y usara la masa encefálica a modo de gomina. Todo el mundo me miraba: hombres y mujeres, muy admirados no podían creer lo que veían. Me sentí muy gratificado. Te entiendo, Fer"...
El doctor espera que la respuesta editorial y la consagración de la primavera (su conversión en cuentista reconocido y adinerado)  llegue en enero. Otra felicitación: "No te canses de esperar. Hoy día hay mucha gente que consigue laburos extraordinariamente bien pagos y a veces tienen que estar diez o doce años para que les liquiden. ¡Forza!".
Evidentemente la madre ha tirado la toalla y deja su hijo en manos de dios, a ver si se apiada de él.

Ilustración de F. Mota para "Un sueño" de Amado Nervo. Madrid. 1907.

5 comentarios:

Un abrazo para los dos.

Me enteré que el doctor anda de novio con una señora que quiere vender cuadros pintados por un artista franquista, que también quiere sacar una pensión por invalidez y que su marido la acaba de moler a golpes y por consecuencia la señora se encuentra internada en un hospital y manda a su amante a pedir antibióticos.

Dios no se apiada y el doctor, convertido en quiste sebáceo que camina, sigue andando...

¿Es posible que no se haya aún visto, reconocido, ni dicho nada verdadero ni importante? ¿Es posible que haya habido milenios para observar, reflexionar y escribir, y que se hayan dejado transcurrir esos milenios como un recreo escolar, durante el cual se come una rebanada de pan y una manzana?

"El demonio nos gobierna", decía Bergman en sus comienzos cinematográficos y ya, más grandecito, en "El orzuelo del diablo", Don Juan Tenorio dedica un espléndido gargajo para que se repartan mitad y mitad, el diablo y dios.