LA MANO QUE APRIETA

lunes, 8 de agosto de 2011

el teatro y la sangre


En Guatemala (1974) había un luchador grandote que en su casa tropical vivía con un montón de patos, patitos y gansos. Cómodamente le retorcía el cuello a alguno para almorzarlo, para convidarme. En la ocasión -volátil e imborrable- detuve el asesinato del bicho porque del estrangulamiento brotaban imágenes inesperadas. Entonces el luchador me contó como hacía para que brotara sangre de su cara cuando actuaba (caricia de hojita de afeitar en la ceja. Sangraba mucho y no dejaba marca), o como le reacomodaba los huesos a su contrincante, fingiendo qué lo estaba masacrando.
Nos unía el Sindicato de Espectáculos Públicos de Guatemala.

Cuaderno No. 2. Fragmento. 1979.