LA MANO QUE APRIETA

viernes, 21 de enero de 2011

En vano o no.


Algo me instruí sobre el placer de dilapidar dinero (comencé estudios terciarios), pero nunca llegué a algo digno de memorizar. O sea, quemé acumulaciones de dinero ("dinerillos" como decía Andrális), pero nunca fortunas considerables y cuando intenté hacerlo con riquezas "ajenas" (fundamentar fundaciones), solamente obtuve escuchas grabadas de mis intenciones, que sirvieron a los que me escucharon, para intentar plagios empresariales varios.
El tiempo hizo su trabajo y eso fue lo que gasté y quemé vitalmente. Dilapidar mi tiempo se convirtió en un vicio, una adicción difícil de graduar. Es algo que hoy día cometo a escondidas, sin que nadie se entere. ¡Oh frenesí de los misterios atemporales! A veces me conformo con minutos... La dimensión de Una Hora (¡60 minutos!), a escondidas, empieza siendo una eternidad. Y a veces la eternidad es un discurrir sin freno... horas y horas... días... meses... años... décadas... siglos...
Mientras no se valore la materia prima que se esfuma, explota, desaparece (biología que crepa)... La contemplación permanece. No como una eternidad, como una vanidad entre otras vanidades. Vanidad que a su favor tiene la inconsciencia que borra su esencia.

"El año nuevo". Foto Laura. 2009.

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