LA MANO QUE APRIETA

domingo, 17 de enero de 2010

reencontros

Hoy en la madrugada volví a ver a mi padre, por segunda vez desde que murió. El encuentro fue tan alegre como el primero. La sorpresa nos iluminó y nos abrazamos. Lo noté más delgado y disminuido que la primera vez, pero contentísimo de verme y yo a él.
Cada vez que lo veo sin esperarlo, el orden de las cosas centellea y luego de un fogonazo sin luz, interno, aceptó la realidad que sea.
A mi madre la reencontré una sola vez después de muerta, y también fue una situación feliz. Feliz por lo inusitado del reencuentro, pero en aquel momento hice lo que nunca había hecho con ella en vida, la abracé y le dije: "Mamita querida". Entonces, lloramos.

2 comentarios:

Tu madre sonriendo desde el balcón de la calle Neuquén me dice que no estás. Yo te espero en el bar de enfrente, en el viejo bar de enfrente. Luego tu llegas en un taxi cargado de libros. Te ayudo. Acomodamos todo. Pones a Pedrito Rico en la victrola cantando El Escapulario y destapas una botella de Quilmes. Tu madre mira desde arriba y sonríe. "Yoel, debes hacer cuadritos más chicos que esos se venden".

Gracias por el recuerdo, Hugo.
Seme llenan los ojos de lágrimas, y eso... ha de ser bueno.
Un abrazo.