LA MANO QUE APRIETA

martes, 22 de diciembre de 2009

Uno tose.

Son días en los que uno maldice, menta, putea y reputea,
por la santa costumbre de creer en lo increíble, odiar lo que se ama
y no saber conjugar los verbos, además inadvertidos,
los primeros.
Y luego la putrefacción y sus iridiscencias, la manifestación artística.
Al otro y a uno mismo se le desea el peor de los males, de corazón, a ver si de una vez por todas hay aprendizaje aunque sea después de la nada o de todo.
Por ahora, el sol del medio día frita la carne viva que se somete a su radiación. Chicharrón que piensa que la alucinación es una esperanza de cambio.

Uno maldice, menta, putea y reputea, para aparentar ser como los demás, para poder seguir teniendo acceso a las cajas de seguridad, a los corazones guardados en las morgues, a los efímeros containers exuberantes de deshechos. Como si esas cosas fueran algo más que burbujas.

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