LA MANO QUE APRIETA

domingo, 27 de diciembre de 2009

¿Por qué todos los días leo el diario?

Qué difícil es entenderme a mi mismo
Qué atado estoy a la inmensidad de la bajeza salteando alturas
pues sino no puedo leer el diario
negándome aprender lo que tuve que aprender hace 40 años para armar y desarmar vehículos de transporte como hacía cualquier devoto de Satanás.
Tal vez el carozo del delito esté en aquel olvidado aguardiente con leche ingerido en algún escondrijo selvático de Panamá mientras el coche no andaba, su caja de cambios automática y su aceite estaban derramados por la vegetación...
Seguramente estuvo allí (el fogonazo inicial) y luego y antes, en mil lugares más.
Lugares que cultivé y adoré sin darme cuenta.
Asumí y asumo el juicio de mi madre a su hijo de 50 años: "Siempre has hecho lo que has querido". Casi casi, esas fueron sus palabras de despedida.

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