LA MANO QUE APRIETA

miércoles, 12 de agosto de 2009

Mundo y viento a mi semejanza.

Lo mejor de los días que empiezan, que pasan,
son sus vientos.
Cuando el viento sopla me gusta, no hay droga que logre lo quel viento.
El viento nunca es malo aunque me mate.
Los huracanes de la isla de San Andrés, las persistencias congelantes de las playas de Río Gallegos, las turbulencias andantes y pendencieras de las terrazas de San Francisco, la caricia de las rumorosas y desesperadas madrugadas en las ruinas de Machu Pichu junto al primer sol vivificante...
Etcétera...
Pero nada más lindo que los vientos de las calles de Buenos Aires. Es que no importa que sean fuertes o suaves, los de hace sesenta años y los de hoy, a veces son los mismos, y eso es tremendamente alegre.

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