LA MANO QUE APRIETA

jueves, 23 de julio de 2009

estragón francés

Un poquito de estragón. Una pizca, un chasquido que no se sienta pues la cosa traga con exceso dentro de bolsillos desconfiados.
Que todo está en orden, que la sopa sale al momento y eso lo dice un señor que todavía no ha llegado a ser considerado por los demás como "señor" y los comensales le gritan "mozo" y él sacude los aros que se olvido pinchar en sus orejas orgías, flaco nervudo con tremenda azotea de pelos negros enredados, exceso de viruta limpiagrasa, ojos pestañudos, boquita seca en corazón y todo él una opereta impronunciable y real diciendo "La sopa está servida". Grandísimo hijo de puta que vaya uno a saber qué quiere decir con lo que dice. "¿Quién te entiende maragato?" "Que yo no soy maragato ni lo quiero ser porque los maragatos son de otra zona y yo soy del puerto de Buenos Aires y aún... un pequeño duende".
Este ofrecedor de sopa al estragón, es padre de cinco hijos que crecieron fieros y peliduros, herrumbrados desde su más tierna comprensión de las W acumuladas. Cinco corazones, verdaderos moscardones zánganos tabánicos que sobrevuelan violentamente el restaurante que atiende su padre, el del pelo durísimo al que ningún acero se le atreve. Y este hombre, esta hernia existencial, es el que le dice al cliente: "Llámame ´Copito´ que vengo de las nieves y el lemon pie".
De todas formas y pese al estragón, la situación estaba dura. Sopa sólida.

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