LA MANO QUE APRIETA

viernes, 29 de mayo de 2009

Por ahora la vacuna antituberculósica.

Ayer parecía quel trabajo iba a concluir, pericias siquiátricas y clínicas estaban en condiciones como para que el Santiago y la Sergia sean aceptados en un hogar de ancianos municipal.
A las 9 de la mañana había que llevarlos al hospital Rawson en Barracas. Eduardo me convocó para hacer la travesía en taxi. Pero esta vez dejé todo en sus manos. El frío nuevo me tenía resfriado y además los calambres súbitos de la mañana estrujaron mis vísceras escandalosamente, preferí permanecer en casa toqueteando el galeón de colgar que estoy haciendo. Además, tanto el Sergio como la Santiaga, depusieron la actitud escapista y se muestran más colaboracionistas con el destino que Eduardo y yo les estamos diseñando.
Efectivamente, allá fueron los tres y después Eduardo me contó: "Los entrevistó el siquiatra y todo bien, le preguntó a la Sergía ´¿Qué le gustaba hacer?´ y la Sergia ´¿Queeee? - ¿Queeee?´ Le grité la pregunta en el oído y dijo que le gustaba lavar la ropa, cocinar, barrer... Que no le gustaba mirar televisión. Le preguntó si sabía leer y escribir y contestó que había ido al colegio hasta segundo grado. La pregunta se la escribió en un papel pero la Sergia aparte de sorda es chicata y sin anteojos no veía. Haciéndole letra grande entendió y entonces escribió ella. Con Santiago ningún problema. Después con la médica clínica todo en orden, pero faltaba los análisis de la tuberculosis, los que no se pudieron hacer por falta de insumos. Bueno... Hay que llevarlos a vacunar". "¿Qué vacuna?" "La de la tuberculosis". "¿Dónde? ¿En el Alvarez?" (el Alvarez queda cerca de los alojamientos deste cuarteto) "No se, tengo que averiguarlo, tal vez en el Durán"
Lamentando este nuevo estiramiento de la situación (en el hotel, la administradora no los quiere tener más por temor a irresponsabilidades seniles), me contó que charló con la encargada de inscribir a los viejos en los hogares y que ésta le dijo que la cosa estaba dificil pues estaban saturados y que había que esperar que alguno de los ocupantes muriera para dejar espacio libre y que había una lista de espera fenomenal. Eduardo le preguntó si la lógica indicaba que había que perder todo tipo de esperanzas... "De ninguna manera -le afirmó categóricamente la empleada- el sistema funciona, pues así como fallecen los internos también fallecen los que esperan. Por lo tanto, estadísticamente siempre hay lugar para alguien".
Comentando con Eduardo, que todavía teníamos que mantener en el tintero la celebración que nos prometimos una vez concretado el trámite de los Santiagos, me dijo que por la tarde él se hizo unos estudios en el hospital Alemán pues le habían encontrado algo de sarro en el hígado y... "¡Nada! Todo bien. Tengo que bajar de peso... Unos quince kilos". "O sea que te tenés que cuidar y no vamos a poder celebrar si es que llegamos a tener algo que celebrar". "¿Cómo que no? ¡Por supuesto que si! ¡Nada que ver!". Entonces consideré: "Pareciera que todo este discurso va a terminar en la mismísima mierda ¿no?". Efectivamente,-respondió militarmente Eduardo- es lo más probable. Pero hay que terminarlo". "Seguro".

comentarios:

antituberculina será...