LA MANO QUE APRIETA

jueves, 26 de febrero de 2009

Cayó la cortina

Acabo de abrir un syrah "Santísimo tridente de Jesus" para celebrar que se cayó la cortina metálica del Rufián. Según los expertos "murió". El eje que enrolla está retorcido ("como una banana" dijo un experto).
Cambiar el eje sale unos 500 dólares. Cambiar la cortina ha de salir -dentro de cierta lógica- 1.000 dólares, y poner una cortinilla electrónica que obedezca las indicaciones y presiones de un dedo humano, sería prácticamente una ensoñación, una gran esperanza como la de De Gregorio que sueña con automóviles conducidos a satélite, esperanzando también que entonces los satélites no choquen entre sí.
O sea, la precaución del destino no inhibe atender la inmediatez de la cortina muerta, podrida herrumbrada de tanta vida útil. Bajezas y subidas.
Mi socio es el propietario del local y acordamos pagar un alquiler. Para este fin de mes la guita recaudada no alcanza ni pa sueldos ni alquiler. ¿Encima resucitar la cortina descangallada? Mi socio está de vacaciones en Oruro (Bolivia) y las ventas del Rufián están para la mierda.
La descangallada tiene su puertita y todo es una trama metálica que deja ver la vidriera y el interior del local.
No voy a encarar el arreglo del metalismo podrido. Voy a gastar 10 dólares en aerosoles (rojo, amarillo y blanco) y un par de dólares más en marcadores negros indelebles. Voy a aerosolar la cortina para que parezca un caramelo llamativo y hacer carteles que en principio dirían "La puta que te parió", "La concha de tu hermana", "me cago en dios", etc. como para provocar un fenómeno atractivo, siempre con los fines comerciales en la subliminal. Y una flechita que indique: "Abierto, adentro estamos haciendo pasta".
Todo esto debo enfocarlo mañana viernes que es cuando atiendo el Rufián...
La idea es.

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