LA MANO QUE APRIETA

domingo, 9 de noviembre de 2008

de don Constancio

"LA DiCHA"
"Heredó una gran fortuna y se dedicó a lo que parecía más fácil: gozarla. Convertiría los millones en placeres. Refinó sus gustos, inventó caprichos, estropeó su sensibilidad, sus órganos, sus sentidos... Llegó por fin, a sentirse triste y aburrido. Tan triste y tan aburrido que resolvió imitar al padre muerto y trabajar, mejor dicho, hacer trabajar a otros, porque él continuó en su ocio y en sus vicios. Inició una explotación agrícola en gran escala. Un millón y medio en tierras. un millón y medio en maquinarias y animales, un millón y medio para los primeros tiempos... El fracaso de la explotación fue tan completo que el multimillonario salvó apenas la piel.
Se fue a vivir en el campo, desengañado de la ciudad, avergonzado de su bancarrota. Se conchavó de peón en un establecimiento muy lejano.
Se vió forzado a emplear sus energías; a encontrar el placer de vivir y la perdida alegría.
Sufrió hambre, sed, fatiga, sueño, y descubrió raros y profundos goces en la satisfacción de esas necesidades naturales.
Ahora es sano, optimista y feliz".

Constancio C. Vigil
Vidas que pasan
1946. Editorial Atlántida. 3ra. edición

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