LA MANO QUE APRIETA

miércoles, 16 de julio de 2008

cine

la terraza siempre fue la misma. Estaba lisiada por que aunque fuera difícil de calcular, no era incalculable.
el Corsario Negro se asomaba a sus cornisas sin medir consecuencias ni peligros. La irrealidad era vertical y las sábanas flameaban escandalosamente.

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