LA MANO QUE APRIETA

viernes, 13 de junio de 2008

milagrosamente el Chileno

Mi vecino lindero hace unos meses que tiene en venta su casa. De pronto veo albañiles entrando y saliendo por la puerta de calle. Al rato, las puertas están abiertas de par en par y veo un montón de gente. Hay mesas y gente, a la que otra gente (mujeres de pelo negro y lacio), les sirve líquidos oscuros desde teteras metálicas. Entro a la casa. "¿El vecino vendió? ¿Puso un dispensario de chocolate líquido?". Todo era mucho metal y madera que humeaba. Antes de caer de cabeza donde la gente estaba aglomerada, me mandé por una puerta que sabía conducía a un pasillo de habitaciones consecutivas. Desde la primera de ellas, vi con ojos asombrados qué estaba pasando en ese lugar.
El Chileno (milagrosamente el Chileno) había instalado una confiteria cafetería al lado de mi casa, un local muy elegante, y lo vi controlando seriamente las cuentas. Permanecí congelado pensando en escaparme silenciosamente por donde había entrado. En ese momento el Chileno me vió: "¡Yoel! -gritó y vino a abrazarme- A vos te quería encontrar. Pasá vení... ¡Vamos a brindar!". El y yo, hacia unos años que habíamos fallecido. "Chile -le pregunté- ¿Con chocolate vamos a brindar?". "¿Estás loco? Vení". Y juntos entramos al corazón de la confitería.

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