LA MANO QUE APRIETA

domingo, 13 de enero de 2008

Castrar a la gatita

El juvenil albañil serial, a sus 18 años descubrió que la sucesión de las relatividades se concatenaban de forma exultiva y mansa a la vez. Terminada su jornada laboral, elegía locales comerciales atendidos por mujeres que le resultaban pintorescas. Entonces las asaltaba mostrándoles un voluminoso diccionario de sinónimos, antónimos y parónimos, que asustaba a las vendedoras. Seguidamente el obrero se apoderaba de la recaudación del día y obligaba mediante modismos bailanteros a que la vendedora le practicara sexo oral.
Cerrada la experiencia, el joven se retiraba a la protección de su hogar y allí, rememorando su pasado inmediato, se masturbaba repetidas veces hasta conciliar el sueño. Al día siguiente, el contacto durante más de ocho horas con el cemento, la arena y sobre todo con la cal, lo predisponía mediante una erección irreductible, a un nuevo abuso sobre la propiedad ajena e iba a ello usando su verga en proa como brújula.
Un resbalón inesperado llamó a la recapacitación al sexópata. En una de sus incursiones, se encontraba en la culminación de una garganta profunda dentro de una abuela del barrio del Once, cuando el piso del local se hundió y la pareja cayó en libre caída dos metros interruptos. La señora se fracturó un pie y el albañil eyaculó hacía adentro produciéndole esto un schock espiritual no buscado.
El trabajador de la construcción huyó, entonces, mientras se acercaban los primeros curiosos, y a partir de ese momento dejó de practicar la violación diaria, conformándose con el puñeteo indiscriminado, dándole a sus incursiones orales, lapsos de hasta 30 días entre una y otra.
A principios de enero de 2008, se celebró el 19 aniversario del nacimiento deste muchacho.

Posdata: Una vez realizada la intervención quirúrgica, resultó que la gatita era gatito.

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