Hermógenes Calixto, nativo del barrio de Flores, luego de pasar la barrera de los ochenta con creces, se convirtió en un hombre bueno y sabio, sin hacer caso a que toda su vida fue bueno y sabio.
De humildes recursos económicos, pasó un día al lado de dos albañiles desocupados que tomaban sol a la vera de la calle Neuquén. Viéndolo tan rozagante y optimista, los vagonetas le dijeron: "¡Ay, don! Si tuviéramos cien pesos... ¡Cómo se solucionarían nuestros problemas!". "¿Con cien pesos?". "Si". El juvenil anciano metió mano al bolsillo, desenfundó los únicos cien pesos que cargaba, y se los dió.
Pasaron los meses. Ya casi al año, uno de los albañiles murió de sida y unos meses después lo vieron al otro pasar en colectivo, asomándose por una ventanilla, escandalosamente borracho, zarpando saludos.
lunes, 28 de septiembre de 2009
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Los cien pesos de Hermógenes Calixto. |
sábado, 26 de septiembre de 2009
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"Cómo debe ser". |
Una profecía infantil dijo que el Camino llegaría a una Estrella Negra. Y eso ocurriría al final de toda una vida (faraónicos ahorros de toda una vida).
Es durante los lapsos y prolapsos que se intenta imponer lo cotidiano en uno mismo como sentido o no sentido de la vida. Entonces se cuentan anécdotas munidas a manoleos solitarios o acompañados. Al fin y al cabo lo único que pretendió el maestro Calle con su mini palabra o uso exacerbado de la minifalda en Cali, era transformar a la gente porque la gente no era como debería ser (nadie era como debiera ser ni sabía cómo debería ser). Las normas las dictaron millones que volvieron adonde podrían no haber vuelto y multiplicaron la esencia biológica en efímera trascendencia.
Más nada,
o aún mas
o menos.
lunes, 21 de septiembre de 2009
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Bitácora |
La bitácora es un aparato útil para señalar el norte magnético en los barcos en movimiento. La bitácora es una caja, generalmente de madera donde -entre otros elementos, por ejemplo la fundamental "aguja de marear")- se guardan las anotaciones, con las periódicas novedades de la navegación, en un blog.
Etimologías francesas, señalan quel "blog", siempre desde un punto de vista náutico, es un lugar para habitar ("habitáculo").
Es consecuente quel "blog" cuente entonces con el servicio de un par de camareras (cambio de sábanas y barrido y limpieza del blog, periódica), tres comidas diarias. Atención médica las 24 horas, peluquería, visitas guiadas a museos y lugares de esparcimiento, etc.
Esta contención se mantiene hasta quel ocupante del blog fallece o se desconecta de la red, quedando abierta la opción de la resurrección y reconexión, electricidad mediante.
domingo, 20 de septiembre de 2009
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ventrilocuus |
El orden es casi como la inmortalidad personal, imposible. Sin embargo "el orden" es el eje conductor de grandes hipocresías e ideales fantásticos del humano discurrir.
Eduardo confía en ser el primero o el último, para concretar la medianía de sus intenciones en el seno de los órdenes desordenados.
Es como el arte del balero, o parecido al artilugio de acertar el palito en el agujero de la bola material.
Para Calle todo sería sencillo: todo se parecería a todo. O no.
Calle murió y Eduardo está vivo.
Los textos originados en el vientre se magnifican, opíparos, a través del culo.
sábado, 19 de septiembre de 2009
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Método que Eduardo usó para conducir el trámite del Sergio y la Santiaga. (Conseguirles alojamiento en el Hogar San Martín). |
"Para ordenarme ... tengo una infalible técnica matemática de mi creación: el Teorema del Conveniente Orden Individual en la Multitud Desordenada. (TCOIMD), dice así:
"Si tenemos un individuo (Y) en una Multitud desordenada (M), con la variable Tiempo (T) que es el momento en que llega (Y) cuando la multitud (M) ya está conformada, (Y) sabe que su lugar no es el Primero (P), pero como (T) sigue transcurriendo y más individuos (Yx) se siguen sumando a (M), por lo tanto (Y) tampoco es el último (U). Hay una formula matemática para calcular el lugar exacto que le corresponde a (Y) pero en vez de desarrollarla paso ejemplificar con lo que pasó.
"(Y) o sea yo, asume como hipótesis, que es (P) , el primero, y se acoda en la ventanilla aún cerrada esperando el turno. De ahí (Y) no se mueve mientras más individuos (Yx) se agregan a (M) , la multitud. Transcurrido cierto tiempo (T) , la ventanilla se abre, y el real (P), primero, que sí tiene certeza de su lugar , lo ocupa, (Y) se desplaza , ( (Y) va asumiendo hipotéticamente diferentes lugares, ahora asume el segundo lugar (Pb) ), cuando viene (Pb) , (Y) se vuelve a desplazar y lo vuelve a hacer cuando viene el tercero (Pc), convencido, a su lugar, y así sucesivamente hasta que se cumple la Ley de Definición del Caos de Multitud , que dice:
"Para una Multidud desordenada (M) los únicos lugares ciertos son los primeros (Px), y los últimos (Ux) , el resto es Multitud Caos (Mc)".
Eduardo Orenstein
viernes, 18 de septiembre de 2009
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Santiago continúa. |
Dicen que después de los sesenta, viene la aceptación de la vida con sus angustias y diarreas. Un oligarca coleccionista de historietas, díjome hace tiempo, que la calma vital sobrevenía después de los cincuenta...
En mi caso, la tranquilidad existencial me sobrevino alrededor de los treinta, en pleno agite sub-existencial (sobrevivencia).
Esta calma es mítica y su incentivo es la desconformidad. La calma una vez asumida, traiciona en cualquier momento, la realidad es indescifrable, pero es lo que hay, o que creemos que hay. Enquistarse o evolucionar es entonces una cuestión personal y se parece -no lo es- al amor y a la muerte.
Santiago traspasó generosamente los setenta. Sin prejuicios apunta a los ochenta. A los que lo acompañaron en el camino y que murieron, le destinó un mismo pésame: "Qué se vayan a la puta qué los parió". Su rabiosismo fue una constante. Su formalismo de fiera desagradecida fue impecable. Cuando la encargada del hotel -en los momentos que hacíamos la mudanza al hogar San Martín- se acercó a despedirlo, la apartó del camino refunfuñando: "¿Porqué no se va a la mierda? Doña". Luego vino la furiosa rabieta del ingreso al hogar. El sensacional escándalo que armó como para que residentes y empleados de la institución, lo conocieran.
La cuasi licantropía del querido degenerado parecía ser el brillante final trágico de la historia. El chaleco de fuerza químico aparentaba ser el inmediato placebo institucional.
Más no fue así. Santiago reflexionó y se adaptó a la situación... Hoy se manifiesta feliz de encontrarse donde se encuentra, alaba los servicios, la comida, hace de guía turístico cuando lo visito... Y todo sin recibir la mínima medicación.
Santiago alcanzó la calma anunciada por los recaudadores de estadísticas.
Está bien, asombra incluso que todo se desenvolviera así, pero es una desilución. Si Santiago hubiera sido cuando lo conocí, cómo es en estos momentos de gran conversión, yo no le hubiera dado bola.
miércoles, 16 de septiembre de 2009
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Nueva asimilación literaria. |
Entre la gripe zeta y el anacronismo mundial, no se vende un pomo de libros... De libros para leer.
De alguna forma la revolución electrónica es el "¡PAF!", incluso el "¡PIF!" inmediato: El libro digital, la biblioteca infinita contenida dentro de un accesorio de 250 gramos, ya está funcionando y es barata.
¿El libro impreso para leer desaparecerá, así como desaparecieron las películas en videocasete?
La opción surge por su propio peso. ¿Qué hacer con todos esos papeles impresos y añejos?
Ha llegado el momento de que la buena literatura ingrese por el culo y la vagina humana.
Las ediciones en rústica serán las más requeridas. Cualquier libro es enrollable con posibilidades de cono articulado desde su base.
La buena literatura se convertirá en un servicio.
En el Rufián ya se puede empezar a ensayar en el entrepiso. Luego vendrán las camillas ginecológicas y los compartimientos privados.
Tanto el Quijote como el Ulises de Joyce serán bocados no para cualquiera. Asimismo una correcta edición de Los Miserables se aplicará por tomos, uno tras otro hasta completar el término de la genial obra de Hugo.
Necesariamente las ediciones de tapa dura serán mutiladas (extirpación de cubiertas) e incluso estará la opción: "¿Prefiere la asimilación del libro al natural, o con bolsita?"
Por supuesto, los manuscritos estarán a la orden del día y en el caso de que algún poeta haya dejado solamente un par de hojas de su puño y letra, se lo ofrecerá junto a más poetas, bajo la forma de "arrollado antológico".
viernes, 11 de septiembre de 2009
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el jueves pasado vendieron a Falluteli. |
Antonio, se vendió el Falluteli, aquel que hace unos años saliera fotografiado en una nota de Clarin sobre ArteBA y que te llamara la atención. ¿Recordás?
Resulta que en el corralito del 2002, por necesidad, se la vendí a un joven mercante en 500 dólares (yo me conformaba con 700 y agarré los 500 quel me ofreció. Suelo hacer esas cosas). Pasaron los años y al fin de vaya uno a saber qué contenciones, el muchacho la mandó a remate en el Banco Ciudad. Yo ni idea. Un cliente del parque Rivadavia me dió el dato, el domingo pasado: "Lo felicito Novoa. Se vendió una pieza suya en el banco de préstamos. Hubo puja. Tenía de base 2.500 pesos y se vendió en 4.000. El jueves, en la subasta especial de arte".
¿Sabés qué pasa? Yo nunca mandé una pieza mía a remate en el banco de préstamos. Sheinson me había aconsejado hacerlo en el origen de las muestras. Vender en el banco de préstamos es una especie de calibre comercial. Ahí se paga lo más barato que vale un artista, suele comprar un revendedor, y es un punto de referencia. Jamás lo hice. Este jovenzuelo lo hizo por mi.
Negocio no brillante, pues los 4.000 mangos apenas superan los 1.000 dólares. Doblaron lo que me pagaron a mi.
Teóricamente yo tendría que aprender algo desto, pero la realidad me supera.
La foto es del BC.
jueves, 10 de septiembre de 2009
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Etc. |
¿Sabés que pasa, Antonio? Contar la monumenta del día de hoy pareciera no tener acabose, o no tener ganas de contarla. Además este sistema de blog (internet) nunca fue ni será un mecanismo de tu aceptación, pero ese no es el problema. Peor aún, no hay problema, hay realidad. Realidad desas que estallan y se tergiversan cuando el inconciente prende.
Santiago se brotó al ingresarlo al hogar San Martín para indigentes. Captó la esencia del instituto desde una licantropía súbita que lo enmelenó furioso y agresivo: "¡¿Qué carajo es esta mierda?!" "¡Me rajo!", etc. Y no había caso. Hubo que sacarlo a la calle, zarandearlo, escupirlo a puteadas, no para que refexione, para que se asuste y asumiera -al fin- acomodar los bultos en la pieza que le asignaron, aparentemente calmado.
En cambio la Sergia, todo el tiempo encantada, se sintió mimada por el personal que le ofrecía patitas de pollo y gelatinas.
Mientras Santiago despotricaba su iracundia miserable a través de la amplia arquitectura del instituto, la Sergía le confesaba a la sicologa que escuchaba voces y que estas voces la obligan a no decir a los demás qué le decían. Además explicó quel hijo que había tenido con Santiago, era solamente de Santiago, que ella colaboró nada más que con el vientre.
En fin, la rabia espumosa de Santiago está latente (Eduardo lo chequeará mañana, yo tengo librería).
Cuando con Eduardo y su esposa, los abandonamos en manos de la institución, ambos quedaban acostados cada uno en una cama con sábanas limpias.
Etc.
martes, 8 de septiembre de 2009
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Chau Antonio Perez Prado |
¿Qué hacés?
¿Vos también?
¿El despojo es insaciable y el mérito es irse sin saludar?
¿Pero, vos tenés idea qué es no poder llamarte ni que me llames vos?
¿no más?
¿Cómo carajo querés que te pregunte qué hacés? ¡Carajo!
Y si hermano...
Me cago en la reputísima madre que nos parió hace miles de años.
La lección la empezaste hace rato dejando de lado manías y vecinos.
Pensar que ahora tengo que inventar tus consejos de gallego grande a este gallego duro que descubriste en mí.
Le diste todo a Galicia y "Galicia" no te dió un coño. Los gobiernos de Galicia no te dieron un coño. Mejor dicho vos no les aceptaste un coño. Como hubiera dicho mi madre: "Que se lo metan no cu".
Antonio, no voy a ir a mirar tu cadáver expuesto. Te beso en el alma.
jueves, 3 de septiembre de 2009
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El ojo de fantasía. |
A Ricardo lo conozco desde que empecé a jugar de librero (1978), y de siempre le recuerdo un ojo malo, raro. Una especie de luz flauta que resplandecía en los locales que usaba para vender papeles impresos. Clasificarlo como "buen librero" es cuestión última, por verlo trabajar en el puesto de Santiago. Generalmente tiene el libro que le pide la gente y lo vende más o menos caro y si no tiene el libro, pide teléfonos pues promete conseguirlo. Además, si uno revuelve el tremebundo desbarajuste que ofrece: todo el material es vendible e interesante.
Esquelético, narigón, cabezón y con ese ojo que trasciende los colores del tiempo, parece una flor sembrada en una montaña de libros. Un mínimo subterfugio le permite entrar y salir de la montaña literaria. Subterfugio que al abandonar el puesto a altas horas de la noche, le pone candado.
Uno de los domingos que pasé a cobrarle los doscientos pesos para el hotel de Santiago, lo vi con la cuenca del ojo malo cubierta por un apósito color piel. El impacto de esa imagen me inhibió la discreción que tenía con él.
- ¿Qué te paso?
Ricardo sonrió, citó a Edgard Allan Poe y dijo:
- Yo tengo un ojo de vidrio. Una prótesis...
- ¡...!
- El ojo se me cayó y hace días que no lo encuentro...
- Claro, es como buscar una bolita dentro de un kilombo infinito. Cosa e mandinga. Bueno, pero va a aparecer...
- Yo estoy parado sobre libros, pero debajo de esos libros no hay un piso, hay un enrejado metálico y abajo... La tierra.
- El parque Rivadavia...
- Exactamente.
- Y decime una cosa ¿porque no usás un parche negro al estilo de los piratas?
- No me gusta...
La conversación quedó más o menos ahí y el apósito ocular le duró un par de domingos. El domingo de la noche de Santa Rosa, cuando pasé por los doscientos pesos, Ricardo tenía colocado su ojo de fantasía. Espeluznante.
- ¡Lo encontraste!
- Si.
- Dejame mirarte -se exhibió ante mi inspección- Claro, ahora entiendo. Tu prótesis es perfecta, reproduce al ojo bueno. La joda son los párpados, no tenés pestañas y se ve un arrepollado horrible. En cambio si uno mira tu ojo normal, tenés una cara de bueno impresionante. El problema es que mantenés la cuenca de la prótesis desmesuradamente abierta y eso aterroriza...
- La gente en general evita mirarme a ese ojo. En cambio los niños no. Les llama la atención y lo miran fascinados.
- Son niños... A ver, hacé una cosa, entrecerrá un poco el ojo malo... -Ricardo siguió mi indicación y el efecto fue sorprendente, su rostro se convirtió en una cara normal- Increíble... ¡Redulce! Tenés que trabajar sobre eso.
Asintiendo, la faz del hombre con un ojo de fantasía, se iluminó con una sonrisa beatífica.
miércoles, 2 de septiembre de 2009
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algo acerca del tuerto. |
A poco de instalarse en el puesto de Santiago, el tuerto (soy yo el que le dice "el tuerto", su nombre bautismal es Ricardo), Eduardo me comentó: "Decile que se cubra ese ojo. Es espantoso" (Uno de sus ojos parece un gargajo y siempre lo tiene desmesuradamente abierto). Por supuesto no le dije nada al tuerto y cuando hablé con él, lo llamé "Ricardo", aunque tampoco, en general me acerco a él en el parque con un "Tal ché".
Ricardo arrancó pagando dos mil pesos por mes por el puesto en época de "textos". Como Santiago tiene fama de quinielero, por su seguridad, le cobraba yo al tuerto doscientos pesos por semana para responsabilizarme del pago de los ochocientos que salía el hotel de Santiago por mes (ahora son 890 debido al incremento del costo de la electricidad que consume una lámpara de 60 wats en la habitación rentada). Los restantes mil cuatrocientos, el tuerto se los daba fraccionados, diariamente, a Santiago para que comiera y etcétera.
Se puede decir que la cosa no anduvo bien. A Santiago nunca le alcanzó lo que se le daba y siempre mangó férreamente al tuerto, quejándose y enajenando que lo mejor para él sería que le devolvieran su puesto, pues "siempre me dió para vivir". Su esponja cerebral no registraba que eso fuera falso. Cuando Eduardo arregló la rebaja lógica del alquiler debido a que se había terminado la temporada de textos y por consiguiente se vendía menos, Santiago enloqueció, no quería que le rebajaran un centavo y por toda explicación, vociferaba: "¡¿Sabés cómo vende el tuerto?!" "¡¿Sabés la guita que hace?!"
Por otro lado, el titular de la boleta de energía eléctrica que abastece a los puestos, le cobró al tuerto, en época de texto, cien pesos por mes, y cincuenta -siempre por mes- cuando terminó la época de texto. Concretamente todos los puestos pagaban menos de cincuenta por bimestre. Por todos lados el tuerto pagaba un "derecho de piso" excepcional para estar en el Rivadavia. Inmediatamente todo el mundo vió que él era un librero fuera de serie, que vendía más y mejor que nadie en el parque, y entonces los que no lo mangaban directamente, le robaban los libros que tenía encajonados a todo su alrededor en ramificación escandalosa. Me contaba el gordo Tutankamón: "De las cajas que tiene encimadas por atrás le saqué una primera de Borges, media cualunque, pero al toque la vendí en cincuenta mangos por Rosario". Y Tutankamón no era el único.
Que más que menos, el tuerto campeó estas situaciones y se mantuvo en el puesto de Santiago soportando incluso los amagues municipales que le cayeron encima por denuncias de puesteros vecinos.
El hombre había estado como librero del parque Rivadavia desde antes que existieran los libreros del parque Rivadavia, yendo y viniendo, cargando camionadas de libros, acompañado por una madre desaliñada que todo el día lo basureaba delante de cualquiera: "¡Boludo!" ¡"Estúpido!" "¡Tarado!", etc. Y ahora, luego de un montón de librerías derrumbadas durante la vida, la situación con Santiago le permitía volver a este foco libresco de Buenos Aires.